miércoles, 14 de diciembre de 2016

Camelot 3000 - Reseña




Cuando era más pequeño, aunque era un gran lector de cómics, no tenía los hábitos que uno va cogiendo con la edad y, paralelamente, con el aumento del poder adquisitivo. Así que por ese entonces me abastecía de cómics cuando podía o me dejaban, y eso hacía que fuera difícil seguir cualquier serie regular. Al final lo que le quedaba a uno era una colección de números sueltos de Factor X, Spiderman, Los 4 Fantásticos, Superman, Batman…

Puede que os estéis preguntando a qué viene tanto rollo, pero ahora veréis el motivo. De aquella época ochentera tengo grabados en la mente los anuncios de otras series de Ediciones Zinco que aparecían en algunas colecciones. Ya de mayor me di cuenta de que siempre estaba viendo los mismos, porque releía una y otra vez los mismos cómics. Eran unos anuncios muy simples, pero creo que ayudaron mucho a consolidar algunos iconos comiqueros en mi cabeza.



Para mí, esta era la imagen definitiva, icónica, de superhéroes como Batman y Superman. Esas eran las proporciones, así tenían que dibujarse los músculos, sus caras y esos eran sus colores y sus logos. Pero en estas páginas encontré otro anuncio, un anuncio de un cómic que jamás había visto, con un personaje más o menos desconocido…



Por supuesto sabía quien era el Rey Arturo, pero esto de Camelot 3000, ¿que podía ser? ¿Un Rey Arturo del futuro? Me gustaban los colores de su traje, a esa edad el amarillo era mi color favorito, y si se combinaba con rojo y azul ya era la bomba. Veía ese anuncio muchas veces, pero nunca me tropecé con un número de Camelot 3000. Hasta 20 años después, y en Jerez. Allí me encontré con un gigante recopilatorio de esta maxi-serie, y con 30 euros pude cerrar el círculo.



Con el tiempo me he dado cuenta de que este personaje que me tenía intrigado era el protagonista de lo que podríamos llamar una cómic de culto de los años 80. Esos proyectos, en un principio, modestos, de bajo perfil, pero que por su calidad causan un gran impacto. Y esto es lo que pasó con esta obra de Mike W. Barr y Brian Bolland. El primero, fue el creador de “Batman y los Outsiders”, de “Batman: El Hijo del Demonio” entre otros, y Bolland, es conocido principalmente por haber dibujado al Juez Dredd, el ahora reeditado cómic de Batman “La broma asesina”, y a muchos otros personajes de DC. Su unión en este proyecto hizo que una idea tan particular como esta haya acabado recibiendo alabanzas incluso 25 años después de su publicación, ganándose el título de obra atemporal, de la misma forma que ellos transportaron los mitos eternos de Excalibur y Arturo Pendragón al año 3000.




Porque esto es lo que pasa en Camelot 3000. La historia empieza en dicho año, cuando la tierra está a punto de perecer ante una invasión alienígena. Un joven inglés, huyendo de los bichos verdes acaba tropezando con la tumba de Arturo Pendragón, y sin quererlo, le despierta (y no, no vuelve como un zombie). A partir de entonces empieza la búsqueda de los Caballeros de la Mesa Redonda, quienes se reencarnan con más o menos suerte. De hecho, esta es una de las gracias de este cómic, que se toma poco en serio a si mismo. Así pues, veremos como Perceval se reencarna en una especie de hombre mutante y tonto, Galahad es ahora un guerrero samurai a punto de hacerse el seppuku… pero el caso más gracioso y a la vez dramático es el de Tristán, que se reencarna en el cuerpo de una mujer (con los consecuentes líos mentales lésbicos, transexuales y machistas, que acarrearán más de un problema).




A todo esto hay que añadirle los personajes de Merlín, Morgana (la medio hermana de Arturo), a Mordred (el hijo bastardo, en ambos sentidos), y lo que nos encontraremos es la recreación de los mitos artúricos que todos conocemos. Tendremos la Excalibur, un Nuevo Camelot (que se encuentra, como no, en el espacio), la búsqueda del Santo Grial, e incluso los mismos líos amorosos entre Lancelot y Ginebra, que 2000 años después siguen siendo incapaces de resistir esa atracción mutua, para tortura del Rey Arturo.




No hace falta decir que el dibujo de Bolland es de auténtico lujo, y que la historia engancha como pocas, obligándote a leer el tomo entero en poco tiempo. Hay muchos detalles de gran calidad, viñetas fantásticas (nos hizo gracia ver la viñeta en la que aparecía el dibujo de los anuncios que vimos de pequeños), y giros de guión impactantes (que lógicamente no os vamos a contar). Si os gustan las historias del Rey Arturo, no podéis dejaros perder esta versión a lo Space Opera de estas historias eternas de amores y odios fratricidas, magia y espadas. Pero si no conocéis los mitos del Rey Arturo, esta es una genial oportunidad de conocerlos, y de leeros uno de los grandes cómics que se parieron en los años ochenta.






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